Por Parco
«Los niños nunca han sido buenos a la hora de escuchar a sus padres, pero siempre los imitan» James Baldwin
Estoy sentado en una sala de espera de Aeropuerto, viajo en solitario. Para mi algo un tanto repugnante –sí querido lector, el que escribe este texto es antisocial–. Mientras pierdo el tiempo para abordar cuento cuantos pares de Vans veo en los usuarios de la terminal, que modelo predomina, en que estado se encuentran, recuerdo el primer par de Vans que tuve y me río solo. No era un par propio, era de mi padre, lo recuerdo perfecto: Vans Authentic white canvas. Yo calzaba del 27 (ahora del 29) y el del 28.5. Me ponía 2 calcetines y aún así me quedaban grandes. Los robé en una época similar a esta, de vacaciones familiares, mis zapatos volaron a la alberca y se me hizo fácil ponerme los suyos, jamás los regresé.
El día que los compramos fuimos a un bazar al oriente de la ciudad, el Aerotianguis. Un montón de puestos donde podías conseguir Levi’s, Champion, Sperry top siders, Dickies, Vans y dulces gringos. Amaba ir con mis padres, siempre que compraba Vans yo los abría, la estampa no era la roja que tienen actualmente, era un óvalo sin suaje negro, esta tenía la leyenda «Made in USA». El olor a goma me gustaba, el papel que los envolvía no tenía marca alguna y era color hueso. Tengo pocos recuerdos en donde mi viejo fuera paciente conmigo, y ese es uno de ellos.
Hay cosas que perduran, otras no. Extraño cuando todo era sencillo, incluso ilícito. Sin tiendas autorizadas, sin filas ni sorteos, sin gran variedad de colores, solo siluetas y diseños honestos. Hoy mi viejo me trajo a la terminal, aún conduce un Mini Cooper de manera impecable, aún calza Vans. En una caja vieja tengo ese par blanco, la próxima vez que lo vea me los pondré. La vida es un viaje, llena de cosas bobas sin sentido que valoramos por seguir la corriente.